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Post de usuario | 22/09/2023

CRISIS ECONOMICO-SOCIAL Y SALUD MENTAL.

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El neoliberalismo imperante en los últimos años redujo a una mínima e insuficiente expresión al aparato del Estado como garante de políticas sociales que procuran mitigar las carencias de los sectores de menores recursos. Esto implicó la desaparición de las instancias de apelación, de los espacios de acuerdos que protejan a los más débiles, el aniquilamiento de las instancias reguladoras que moderan los excesos del sistema.
En el pasado, varias generaciones sostuvieron el rol y la posibilidad de ascenso social en el trabajo y el estudio convirtiéndolos en fuertes soportes de la subjetividad. Hoy, el desempleo y la inestabilidad laboral, la falta de expectativas intelectuales y los cambios en los perfiles formativos que requiere el mercado, le reducen o quitan el valor que antaño tuvieron.
El modelo demuele esperanzas y con ellas la motivación, y la posibilidad de sostener un proyecto común, mediante la depreciación de la política, el corrimiento de los centros de decisión, el desprestigio de los liderazgos tradicionales. El pensamiento hegemónico globalizado rechaza lo comunitario, como proveedor de identidad, por convertirse en una traba para el desarrollo del modelo neoliberal.
Así, la caída de los imaginarios obliga a una reestructuración profunda de la subjetividad contemporánea, al desgarrarse el tejido de significación que construye y sostienen el psiquismo. Nuevas ideas, conceptos y nociones irán ocupando su lugar en la nueva subjetividad: mayor valoración de lo privado frente a lo público, creciente importancia de los bienes de consumo como satisfactores emocionales, tendencia a la depravación emocional y a la reducción de los vínculos, ausencia creciente de participación en proyectos colectivos.
En torno a estos ejes se irán configurando los imaginarios del sujeto de la globalización y con ellos el proceso de exclusión psicosocial.
Sostenemos que en el contexto socio-histórico de un modelo hoy aparentemente sin oponentes y que promete un progreso y modernidad sin límites - donde existe un desarrollo tecnológico impresionante que se incrementa día a día - los trastornos emocionales, las urgencias psicológicas y los intentos de auto eliminación son una manera actual de manifestar ese rechazo a la exclusión.
Desde nuestra experiencia clínica encontramos que los trastornos emocionales serán la primera respuesta psicológica del sujeto a la ruptura y cambios en el imaginario generadores de la exclusión social.
A partir de ello, existen diversas y complejas demandas que reflejan éstos padecimientos vinculados a preocupaciones y problemáticas prevalentes de nuestra realidad socio-económica-cultural, situaciones de riesgo psicoafectivo, con temáticas tales como violencia familiar y social, maltrato infantil, consumo de sustancias psicoactivas, fragilidad en los vínculos, incertidumbre y desconcierto, desocupación, emigración, marginación, fragmentación social, consecuencias de la violencia extrema, etc., etc.
Esta situación jaquea nuestras estrategias terapéuticas, y nos desafían a pensar en otras más acordes a dichas demandas perentorias; ello nos habla de la necesidad de una flexibilidad clínica en el abordaje de la diversidad de situaciones clínicas, que incluya la posibilidad de evaluar resultados también en función de dicha realidad.
José González Cosimini
Psicólogo Clínico, Facultad de Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Magallanes 1484/203 24096235 / 094558177


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